紀念貝爾納·斯蒂格勒
Épineuil-le-Fleuriel, Summer 2015, Photo: Michaël Crevoisier

En Memoria de Bernard

agosto 9, 2020

En Memoria de Bernard
Épineuil-le-Fleuriel, Summer 2015, Photo: Michaël Crevoisier

¿Cómo puedo yo creer que Bernard nos ha dejado?

Es verdad que ha partido, sin embargo no lo puedo creer y me rehuso a creerlo.

 

Desde que desperté el 7 de Agosto y leer la noticia acerca de la muerte de Bernard, escuché su voz en la radio y pude sentir su presencia, su generosidad, sus sonrisas y saludos siempre calurosos; no podía detener mis lágrimas. Hace una semana que hablé con él por teléfono acerca de un evento que haríamos juntos en Arles a finales de Agosto, acerca de nuestros proyectos futuros. La voz de Bernard era un poco más débil de como yo la recuerdo, pero él se mostraba positivo. Se quejó acerca de su teléfono móvil y de su impresora, que estaba entonces descompuesta, y como no podía comprar una en línea ya que tendría que recibir un código de verificación de compra en su móvil, de cualquier forma, él continuó escribiendo. El 6 de Agosto, me sentí inusualmente débil, con dolor de estómago; esto ya me había sucedido hace dos años cuando mi amigo y editor de copia Damian Veal se suicidó. Me arrastré como pude para ir a la oficina de correos para enviarle a Bernard un poco de ginseng coreano, mismo que le había prometido hace ya un rato, pero la oficina de correos estaba cerrada debido al covid-19. Después de volver a casa, estaba planeando mandarle un mensaje contándole acerca de la publicación de las dos ediciones especiales del journal que había editado y en las cuales él había participado. Lamento no haberlo hecho, ya que hoy no tengo más la oportunidad de hablar con él.

 

Conocí a Bernard en Noviembre de 2008 en Londres, aunque lo había visto ya varias veces durante sus conferencias. Fuí a recogerlo a la estación de St.Pancras con un colega. En ese entonces era joven y estaba muy emocionado y nervioso. Había leído La Técnica y el Tiempo vol.1 El Pecado de Epimeteo, sus Ecografías de la Televisión con Jacques Derrida y había visto The Ister con gran admiración, la película que he visto en varias ocasiones con mis alumnos fue hecha por David Barison y Dan Ross, quien era amigo de Bernard al igual que su traductor por largo tiempo. Como todos los demás estaba intrigado por su pasado como asaltabancos y en cómo retomó la filosofía durante los cinco años que estuvo encarcelado. En ese entonces ya había estudiado El Ser y El Tiempo de Heidegger y los trabajos posteriores a Kehre intensivamente. Sin embargo, la lectura de La Técnica y el Tiempo fue alucinante y reveladora. Lo leí tantas veces, oración por oración; cada una de estas veces era siempre una experiencia extraordinaria. Bernard deconstruyó el Ser de Heidegger con un concepto de la técnica, y así abrió una brecha para acceder a Heidegger y reconstruirlo desde dentro. Lo que es aún más impresionante era su ambición por deconstruir la historia de la filosofía occidental. Para él, la cuestión de la tecnología, que es la primera filosofía, se encuentra reprimida – en el sentido de utilización del término de Freud, por la historia de la filosofía. Los dos primeros volúmenes de La Técnica y el Tiempo estaban dedicados a la deconstrucción de la fenomenología de Heidegger y Husserl; el tercer volumen sobre el cine es una deconstrucción de la Crítica de la Razón Pura de Kant al igual que una crítica de la Escuela de Frankfurt y su teoría crítica.

 

El tercer volumen de La Técnica y el Tiempo es también el comienzo de los escritos politizados de Bernard en contra de la industria tecnológica y el capitalismo. Bernard publicó casi un libro al año, abarcando temas tan variados, como estética, democracia, economía política y automatización, etc. Bernard no estaba en contra de la industria per se, pero sí en contra del cortoplacismo de la industria y el cinismo de todas las formas de negación; el programa actual de la industria está basado en un cortoplacismo de lucro, notablemente consumista, y de esta forma, ha dejado de preocuparse por el cuidado de la población, especialmente la generación más jóven, la generación de Greta Thunberg. Esta es la condición bajo la cual la tecnología se vuelve tóxica. A partir del tercer volumen La Técnica y El Tiempo, Bernard intentó encontrar sistemáticamente nuevas armas en sus lecturas de Marx, Freud, Simondon, la biología y la economía, entre otros. La tarea de Ars Industrialis, una asociación que Bernard creó con sus amigos en 2006 fue dedicada a la transformación de la industria; su proyecto actual en Saint-Denis, al norte de París, es una colaboración con varios socios industriales y bancos, con el fin de desarrollar una nueva política económica, misma que él llama política de contribución.

 

Aún recuerdo que era un día lluvioso. Él traía puesto su abrigo negro y su sombrero, como el típico francés intelectual, aún así le ofrecí mi paraguas. Al principio se rehusó a tomarlo, pero después de un tiempo lo aceptó. Bernard fue muy amigable. Me preguntó que estaba leyendo; le respondí que me encontraba leyendo su Acting Out  y otro libro del historiador de filosofía Pierre Hadot. Él quedó sorprendido. Yo me acababa de recuperar de una enfermedad fatal y estaba fascinado por la resonancia de su filosofía y las prácticas espirituales ancestrales. Él dio el discurso de apertura en una  conferencia donde yo tambíen di una charla; Bernard se interesó en mi trabajo relacional y David Hume, y entonces me pidió que nos mantuviéramos en contacto. Un par de meses después, durante el debate organizado por Scott Lash con David Graeber y Yann Moulier Boutang en Goldsmiths College (cuando un artista ruso, auto-proclamado fan de Giorgio Agamben, se fue a cagar frente a los ponentes para demostrar su entendimiento de resistencia), Bernard me ofreció dar una plática en sus seminarios en París. Después de esto, aceptó supervisar mi tesis de doctorado. Bernard era alguien a quien yo admiraba, y por lo mismo cada vez que nos encontrábamos para discutir acerca de mi tesis, yo sentía que estaba malgastando su tiempo. Sin embargo, Bernard siempre fue generoso y caluroso en su trato, nunca me trató como un estudiante, él me respetaba como su amigo y estaba interesado en conocer mi forma de pensar. No tenía la retención terciaria para grabar estas escenas, pero, aún así, éstas son aún vívidas. Aún recuerdo que en una de estas sesiones, Bernard me pidió que no leyera mucho a Heidegger, ya que, según él, los grandes pensadores tienen únicamente uno o dos grandes trabajos y el de Heidegger era El Ser y El Tiempo; en otra ocasión mientras esperábamos el semáforo para cruzar la calle, él me comentó que más tarde en mi vida tendría que tomar a alguien con seriedad y que ese alguien era Jacques Derrida. Publiqué mi tesis Acerca de la Existencia de los Objetos Digitales (On The Existence of Digital Objects) en 2016 y Bernard amablemente contribuyó con el prefacio.

 

Comencé a entablar una relación más personal con Bernard cuando dejé Londres para mudarme a París, donde empecé a trabajar en su Instituto de Investigación e Innovación (Institute for Research and Innovation), un instituto que él creó junto con Vincent Puig en 2006 después de dejar su puesto como director del Departamento de Desarrollo Cultural en el Centre Georges Pompidou. Previo a su dirección del Centre Pompidou y bajo invitación de Pierre Boulez, se convirtió en director de IRCAM (Instituto de Investigación y Coordinación en Acústica/Música), un instituto del Centre Pompidou. La vida de Bernard fue legendaria, más que la de cualquier persona que he conocido en mi vida. Un granjero, dueño de un bar de Jazz, un asaltabancos, estudiante de filosofía preso en Toulouse con la ayuda del fenomenólogo Gérard Granel, estudiante de maestría bajo la tutela de Jean François Lyotard, estudiante de doctorado con Jacques Derrida, después responsable de varios proyectos incluyendo uno con la Biblioteca Nacional de Francia acerca de la digitalización en los ochentas, para después convertirse en director de INA (Instituto Nacional Audiovisual), luego IRCAM, para después retirarse del IRI en 2018.

 

Más tarde dejé Francia para tomar un trabajo en Alemania, pero aun así mi relación con Bernard se volvió más cercana. Fue profesor visitante durante un semestre en la Universidad de Leuphana en Lüneburg donde yo trabajaba y después profesor visitante en la Universidad Humboldt en Berlín, donde yo vivía, así que nos veíamos casi todas las semanas durante el semestre. Atendí a sus escuelas de verano todos los años desde 2012 en Epineuil, en la campiña central francesa, donde Bernard y su familia organizaban seminarios semanales con invitados y estudiantes. Era una fiesta del pensamiento y de amistad, que lamentablemente terminó en 2017. Con el fallecimiento de Bernard, esos veranos franceses que había vivido casi todos los años desde 2010 parecen más distantes que nunca.

 

En 2015 viajé a China por primera vez con Bernard y su familia. Bernard siempre le comentaba a todos como yo lo había traído a China, pero yo creo que fue al revés.  En ese entonces yo ya había vivido por más de una década en Europa, en el intermedio solamente viajaba a Hong Kong para ver a mis padres y nunca pasaba por China continental. El viaje a Hangzhou con Bernard fue un evento de gran importancia en mi vida, ya que ahí redescubrí China y fui capaz de hacerlo con la generosidad de Gao Shiming, quien recientemente obtuvo el lugar de decano de la Academia de las Artes de China. A partir de 2015 impartimos una clase magistral juntos en Hangzhou; ahí tuve la oportunidad de ver a Bernard casi todos los días para tomar juntos el almuerzo y la cena; también durante las noches cálidas de primavera solíamos tomar una copa de vino juntos en la terraza de un restaurante italiano que estaba junto a la Academia. Tuvimos un montón de conversaciones maravillosas. Recuerdo que fue en 2018, mientras Bernard fumaba y bebía una copa de vino,  cuando de pronto me preguntó: “¿Recuerdas aquella vez que te pedí que no leyeras a Heidegger?”, yo le contesté que sí, hace 10 años, pero que no le había hecho caso. El me sonrió y me dijo que sabía que no había seguido su consejo y que ahora pensaba que en ese entonces estaba equivocado.

 

En 2016 publiqué mi segunda monografía La Pregunta por La Tecnología en China: Un Ensayo en Cosmotécnica (The Question Concerning Technology in China: An Essay in Cosmotechnics) como una respuesta y crítica al ensayo de 1953 de Heidegger, “La Pregunta por la Técnica”(The Question Regarding Technology). En este libro, presenté una lectura distinta a la de él de Heidegger, pero aún así la segunda parte del libro se basa en su crítica del concepto de historia mundial de Heidegger para deconstruir a la escuela de Kyoto y al Neo Confucianismo. Este libro fue dedicado a Bernard, ya que sin las múltiples discusiones que tuvimos y sin el espíritu de rebelión que él afirmó en mí, no hubiera sido yo capaz de dar este paso.  Este libro, sin embargo, planteó un problema para Bernard. Bernard estaba en desacuerdo conmigo, no acerca de mi lectura de Heidegger, sino de mi lectura del paleontólogo francés André Leroi-Gourhan. Discutimos acerca de esto durante un viaje a Chengdu en 2018, camino a ver a los pandas con su hijo Augustin, y teníamos planeado debatir este punto durante nuestros seminarios juntos en Taipei en 2019, pero no logramos hacerlo; finalmente nos planteamos tener el debate en una edición especial de Angelaki dedicada a el concepto de cosmotécnica, mismo que fue publicado el día de su muerte. Bernard fue increíblemente generoso en completar este artículo durante su estancia en el hospital en Abril de 2020 mientras sufría con dolores graves, sin embargo, él cambió la dirección del ensayo y jamás llegamos a una conversación confrontacional.

 

Bernard nos dejó una cantidad enorme de trabajo original y revolucionario en filosofía y tecnología. Jamás se limitó a una sola disciplina, de igual manera, él nunca estuvo satisfecho con los estudios interdisciplinarios superficiales; lo que él estuvo intentando, es el inventar un nuevo pensamiento y una nueva práctica capaces de romper con las limitantes y así brindarnos esperanza. Él es un pensador de la catástrofe, o mejor dicho, un pensador trágico que nunca perdió la oportunidad de convertir los eventos contingentes en necesidades filosóficas. Aún así, Bernard nos debe múltiples volúmenes de La Técnica y el Tiempo que él nos prometió. En varias ocasiones, Bernard me contó acerca de la experiencia psicodélica que tuvo en prisión. Durante ésta, escribió un texto que no pudo entender en ese momento. Él le mostró dicho texto a Gérard Granel, quien entonces le comentó que “esta sería su filosofía.” Ésta parte sería más tarde incluida en su tesis de doctorado, misma que Jean Luc Marion, quien era parte del comité de su defensa, buscó publicar independientemente, a lo que Bernard se rehusó. Ésta misma parte estaba destinada a ser publicada como el séptimo volúmen de La Técnica y el Tiempo, aunque seguimos esperando el cuarto, quinto y sexto volúmen. De acuerdo con Bernard, la misteriosa parte es acerca de una espiral. Yo jamás he leído este texto, pero he comenzado a pensar si quizá hay alguna cercanía con lo que escribí en Recursividad y Contingencia (Recursivity and Contingency), cuya introducción lleva por título El Devenir Psicodélico (A Psychedelic Becoming). Bernard leyó el libro y pensó que sería importante que yo interactuara con el idealismo alemán y la cibernética, y así mismo lo recomendó a diferentes editoriales francesas. De cualquier modo, nunca pudimos discutir acerca de la relación entre recursividad y su concepto de la espiral, ya que perdí la oportunidad el año pasado.

 

El año pasado, mientras dábamos una caminata alrededor de un lago, le platiqué sobre una ocasión en la que termine bastante ebrio con su viejo amigo Ishida Hidetaka y Hiroki Azuma. Bernard estaba muy contento, y me contó que después de la prisión nunca volvió a embriagarse ya que no le gustaba la sensación de intoxicación, pero que le gustaría hacer una excepción. Más tarde en el restaurante. él ordenó una botella de vino, pero yo no pude beber más de una copa ya que seguía sufriendo de la exhaustividad total que fue completar Recursividad y Contingencia. Bernard tuvo que llevarse media botella de vino al cuarto del hotel donde nos hospedamos y ahí perdí la oportunidad de embriagarme con Bernard. Al final, Bernard es un tragista que no necesita intoxicarse.

 

Este año esperaba poder reunirme de nuevo con él en Hangzhou pero la pandemia mató todo. La última vez que vi a Bernard fue en noviembre de 2019, cuando viajamos a Taiwan para dar una clase magistral juntos por medio de una invitación de la Universidad Nacional de las Artes de Taipei. En diciembre yo debía haber viajado a París para dar una clase en su conferencia anual, pero me encontraba absolutamente exhausto para poder viajar. Aunque la conferencia tendrá lugar este año en diciembre, Bernard ya no estará con nosotros. Bernard decidió dejarnos en un tiempo destituido, donde la estupidez se ha convertido en regla, donde la política no es más que una mentira. La pandemia ha acelerado el mal, ese mal contra el que él luchó toda su vida. Desde 2016, Bernard habló frecuentemente de los sueños, sobre la necesidad de soñar. El capitalismo industrial destruye los sueños; produce únicamente consumismo a través de la manipulación de la atención. La facultad de soñar, para él, es la facultad que Kant ignoró. Bernard era un soñador que soñaba lo imposible, un luchador que luchaba en contra de la estupidez, como él solía decir, “il faut combattre.” Bernard hablaba con grandeza acerca de la animación de Hayao Miyazaki “El Viento se Levanta”, que para él era un buen ejemplo de la capacidad de soñar. Todas las tecnologías son primordialmente sueños, pero los sueños se pueden convertir en pesadillas, esto es, farmacologías. Después de Plato y Derrida, fue Bernard quien se convirtió en el farmacólogo de la tecnología; sin embargo, hoy la mayoría de las universidades de ciencia y tecnología trabajan únicamente para la industria, puede que mencionen a la ética, pero no necesitan más a la filosofía ya que han perdido la capacidad de soñar. “El viento se levanta” es una frase de su poema favorito de Valéry, “Le cimetière marin”, el poema termina con el siguiente verso, palabras que hubieran podido ser de Bernard, el mayor tragista después de Nietzsche:

 

¡El viento se levanta!… ¡Hay que intentar vivir!

Abre y cierra mi libro el aire inmenso,

La ola en polvo osa batir las rocas.

¡Volad, volad,  páginas deslumbradas!

¡Romped, olas! ¡Romped aguas exaltadas

Este techo tranquilo que los foques picotean!

 

Yuk Hui

8 de Agosto, 2020.

Traducción: Hugo Esquinca Villafuerte, Ana María Guzmán Olmos

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