Sebastian Wiedemann es Profesor Asistente de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín; es cineasta, artista-investigador y filósofo. Doctor en Filosofía, Prácticas Artísticas y Aprendizaje por la Universidad Estatal de Campinas (Brasil), es coordinador del Lab a-PTSE – Laboratorio articulador de Prácticas Transdisciplinares, Sensibles y Ecológicas y agenciador del Nodo de Investigación-Creación y Ecología de Prácticas de la Red de Estudios de la Cultura Visual Abya Yala. Su obra cinematográfica ha ganado diversos premios en América Latina y ha recibido retrospectivas en España, Irlanda, Colombia, Brasil y México.
Contacto: https://swiedemann.tumblr.com/
En esta entrevista, Sebastian Wiedemann expone algunas de las ideas subyacentes a su práctica cinematográfica y a sus proyectos con el Lab a-PTSE.
¿Cómo llegas a articular las cosmologías indígenas latinoamericanas en el uso de imágenes dentro de tus prácticas como investigador y artista?
Mi carrera investigativa y artística ha estado marcada de manera constante por una cierta disposición de extranjeridad y nomadismo que me han hecho transitar por diversas latitudes latinoamericanas, en especial Brasil, Argentina y Colombia con importantes nexos con Chile y México en la actualidad. Una disposición de forastero en el pensamiento y un gusto por lo extraño, por aquello que no nos devuelve una imagen de lo mismo, sino que es portal de diferencias. Una disposición a dejarse afectar por las alteridades radicales. Resonando con Gilles Deleuze, un gusto por todo aquello que fuerza a pensar y a desplazar, a modular nuestras percepciones de hábito. Y que, de manera constante, me han hecho preguntar por el otro del otro, por como cuando nos dejamos afectar por el otro, este abre un otro en nosotros mismos. La posibilidad de un proceso de diferenciación o de dejarse tocar por diferencias diferenciadoras como diría el filósofo brasileño Luiz Orlandi.
Sin duda, en la invención de esas relaciones con el otro, para abrir la experiencia de uno del otro, fue fundamental mi paso por Río de Janeiro y el haber asistido a varios cursos de Eduardo Viveiros de Castro en el Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Mi entrada a los universos amerindios está vinculada de manera directa al pensamiento de Viveiros de Castro y luego a pensadores indígenas contemporáneos como Davi Kopenawa, Ailton Krenak y más recientemente Yásnaya Aguilar. Y lejos de haber un interés por cuestiones identitarias, el problema para mí se coloca en términos de pensar-con y no, de pensar-sobre o de pensar-desde. En ese pensar-con lo que está en juego es, y aquí sigue resonando Viveiros de Castro, una descolonización permanente del pensamiento. El otro se manifiesta como un vector de diferenciación, donde se dan equivocidades o para pensar con el libre pensador brasileño Alexis Molounopoulos, se dan equivoracidades. Es decir, procesos de devoración de aquello que nos aprisiona en lo mismo, en lo identitario. Un hambre[1] por la diferencia, una otra estética del hambre, donde aún sigue resonando de manera oblicua el cineasta Glauber Rocha. Pero también la posibilidad, ya no de una antropofagia al estilo de Oswald de Andrade, pero sí quizás de una re-antropofagia al estilo del artista indígena contemporáneo Denilson Baniwa.
Esta disposición al encuentro con cosmologías amerindias, en el cruce con filosofías menores occidentales, de autores como Gilles Deleuze, William James, Alfred North Whitehead e Isabelle Stengers y en contagio con discusiones de la teoría antropológica contemporánea a partir de lo que se ha conocido como el giro ontológico, me han hecho abismarme en experimentaciones de lo que podría llamar una filosofía cinematográfica salvaje y que en resonancia con Felix Guattari he llamado kinosofia. Una práctica situada y emergente que brota de la mutua inclusión entre conceptualidades y audiovisualidades en movimiento.[2]
Esto desde la orilla de una filosofía aberrante, ya desde la orilla del cine experimental (igualmente aberrante y salvaje), más que preguntarme por un cine indígena (como género); con el pensamiento amerindio, pero también africano, en especial el yoruba, me he preguntado por un giro ontológico de la imagen, donde por el ejemplo el cine ya no sería una ventana al mundo, sino más bien un portal entre mundos, una técnica convectiva de diálogos equivoraces entre mundos. El cine como plano de encuentros pluriversales, donde se instala una pregunta por las cosmopoliticas de la imagen[3] y por lo que he llamado imá(r)genes. Una noción anti-representativa de la imagen, que la concibe como un proceso de individuación fugitivo y constante, como imagen siempre por venir y en potencia o como potencia de la imagen que abre devenires. Un concepto inspirado en el cuento “A Terceira Margem do Rio” de João Guimarães Rosa.[4]
Hay piezas audiovisuales que he realizado, como “Xapirimuu” (2016),[5] que sin duda dialogan con las cosmologías amerindias, en este caso con la Yanomami. No obstante, si me preguntan qué han hecho las cosmologías amerindias conmigo, diría que me han traducido en dirección a transcreaciones[6] en el pensamiento sea este filosófico o cinematográfico, haciéndolo susceptible a procesos de resalvajerización, como plano afirmativo de composición donde nos abrimos a las potencias de la inestabilidad, indeterminación y de lo precario como condición constituyente de un mundo en obras que deja grietas para que otros mundos también pueden existir y donde sus imágenes son siempre inacabadas, en fuga y por venir. Cine experimental como cosmotecnica, que a cada vez inventa modos singulares de modularse a depender del vector cosmo-diferenciador con el que se encuentre.
¿De qué manera observas que las imágenes actúan como vehículos de transmisión de conocimientos ancestrales en las comunidades indígenas de Colombia y de América Latina?
Pienso aquí en la ya famosa frase de Donna Haraway, “importa con qué ideas, pensamos ideas”. Sería absurdo pensar en equivalencias, pero en todo caso las aproximaciones entre el concepto o los conceptos de imagen en Occidente y sus aproximaciones en otras matrices de pensamiento extra-modernas ofrecen potentes ejercicios de transcreación o de traducción desde conexiones parciales si pensamos con Marilyn Strathern. Lo interesante en todo caso es aproximarse a los mundos que acompañan los conceptos nativos. Imagen para nosotros, utupë en lengua yanomami, slok’omba en tzeltal, ixpatla en nahua, nierika en huichol o aworan en yoruba. Me atrevería a decir que en Occidente y en otros mundos las imágenes no solo son en sí mismas modos de conocimiento, sino que también modos de existencia. En este mundo, un gran exponente de esta perspectiva fue Aby Warburg, quien también busco conexiones parciales con otros mundos cuando fue al encuentro del ritual de la serpiente del pueblo hopi. En este orden de ideas, hablaría quizás menos en términos de conocimiento y más en términos de ecologías de ima(r)genes entre mundos y sus modos de afectación en tanto un nachleben transcosmico. Como nuestro concepto de imagen se puede llegar a descolonizar al dejarse afectar por los conceptos provenientes de los otros mundos. Un campo problemático rico en el cual podemos tensionar las relaciones entre cuerpo e imagen, medio y mediación o aún si pensamos con Erin Manning acercarnos a la idea de inmediación. Tensionar lo que entendemos por superficies de inscripción desde los modos diversos de aparecer de la imagen. Y en ese sentido, abrirse a la idea de que, por ejemplo, la imagen puede exceder una iconicidad y puede derramarse por una variabilidad de medios, permitiendo pensar en ideas que sostengo hace algún tiempo como la de un cine por otros medios o aun de la existencia de modos de experiencia cinematográficos.[7] En coherencia con esto último, si las imágenes son quizás vehículos de cosmicidad.
¿De qué manera estas imágenes pueden facilitar la digestión y reinterpretación de saberes tradicionales en el marco de la colonización tecnológica?
Quizás las imágenes a las que me he intentado referir, las ima(r)genes, son imágenes indigestas que se recusan a la interpretación y más bien se exponen, o se disponen a una experimentación radical. Y en ese sentido, ahora más que referirme a diálogos con lógicas amerindias, pienso en las resonancias con las matrices de pensamiento afro diaspóricas. Tal vez una de las mayores enseñanzas y que de un modo u otro cargo en el cuerpo al ser afrodescendiente, es la de las artes de la fuga, como modos de actualización del cimarronaje en la contemporaneidad. Estas imágenes deben de ser fugitivas y, por lo tanto, escapar a las lógicas de la representación, deben de ser cimarronas no por su contenido, sino por su modo transitivo de ser, de devenir cosmopoeticas del refugio como diría Dénètem Touam Bona[8] , pues afirman un derecho a la opacidad si hacemos resonar en nosotros a Édouard Glissant. Es la penumbra y no la luz quien favorece procesos de descolonización. Habitar las tecnologías como fenómenos de frontera móvil, que borronean bordes, para crear puentes entre mundos. Imágenes que abrazan su precariedad, lo que les da su agilidad de fuga, como su mayor potencia de re-existir – nachleben cimarrón – que ennegrece la percepción a su paso.
¿Podrías contarnos más sobre lo que es la práctica de investigación artística con el Lab a-PTSE?
Más que pensar en términos de investigación artística, pienso en términos de investigación-creación. Un término, quizás un poco más generoso, desde el lugar que busco hacerlo funcionar y que resuena mucho con el pensamiento de la filósofa Erin Manning. Un plano de composición para el pensamiento que busca suspender las dicotomías entre teoría y práctica y que comprende el pensamiento como un ejercicio material, como un gesto de ganar intimidad con las materialidades del mundo (pudiendo ser estas las conceptualidades) y dónde ganar intimidad es a la vez crear relaciones y conexiones impensadas. Tal disposición, no le debería competer solo al pensamiento artístico, sino que a cualquier modo de pensamiento que se diga vital. De esta manera, la investigación-creación, quizás pasando mayoritariamente por las artes, pero sin limitarse a ellas, sería una puerta de entrada para la afirmación de un pluralismo onto-epistemológico, donde la pregunta por la fuerza agencial y de afectación de lo más-que-humano es constituyente. Afirmar este campo problemático es la tarea que buscamos llevar en el Lab a-PTSE – Laboratorio articulador de Prácticas Transdisciplinares, Sensibles y Ecológicas[9] y que opera bajo cuatro líneas de investigación: Investigación-creación, ecología de prácticas y pluralismo onto-epistemológico; Investigación-Cuidado-Invención en arte(s)aludes; Pedagogías de la percepción y de la imaginación; y Cosmopolíticas de la Imagen.
El problema de fondo es el mismo en realidad. Si me preguntas que hacemos en el Lab a-PTSE, te podría decir que desde la activación y cuidado de un impulso creativo colectivo que se instala en el contexto del actual colapso socio-ambiental del Antropoceno, buscamos descolonizar, nomadizar y hacer fugitivos los modos de pensamiento a partir de la radicalidad de preguntas éticas en favor de la afirmación de la vida, más allá de las Artes, y más acá de las artes de prestar atención y de respos-abilidad, si evocamos el pensamiento de Donna Haraway. En última instancia procesos de experimentación material que afirman apetitos por pensa(movi)mientos radicales.
¿Frente a este aspecto de digerir imágenes e información podríamos decir que las imágenes han sido instrumentalizadas y colonizadas para imponer nuevas cosmovisiones a nuestros territorios, desde tu práctica como investigador y artista cómo ves que estas pueden ser resignificadas por las comunidades locales?
Aquí me gustaría hacer una provocación y hacer funcionar la idea de comunidades locales, como también comunidades más-que-humanas. En este caso, comunidades y ecologías de imágenes, de ima(r)genes que se conectan con la T/tierra,[10] que a-terrizan en el sentido de Bruno Latour y que constituyen lo que en otros lugares he llamado el pueblo de la luz y los susurros.[11] ¿Qué pasaría, entonces si entendemos a las ima(r)genes no solo como procesos de individuación constante, sino que también como un pueblo? Instrumentarlo, seria volverlo subordinado, colonizarlo, quitarle su soberanía. De allí que, en mi práctica cinematografía experimental, busque deslindar la imagen de una voluntad comunicacional o representativa, que ya serían gestos de ponerla a servicio de algo o alguien más. Volviendo al pensamiento de Erin Manning, se trataría de hacer del cine una pragmática de la inutilidad. Un cine que hace desfuncionar las imágenes para que puedan devenir ima(r)genes.
En el cine que intento hacer, las composiciones audiovisuales operan por cortocircuitos perceptivos. Cine como una práctica y gesto de escucha radical que defino como un constructivismo cinematográfico radical orientado al acontecimiento que insiste en buscar un perpetuo estado de devenir de la imagen en relación con el cosmos y desde una perspectiva más que humana, pero que por decirse local busca modos de singularización y diferenciación en el encuentro con fuerzas afro-amerindias.
En última instancia, crear alianzas con el pueblo de la luz y los susurros, para agujerear las lógicas de mundo que se quieren imponer como únicas. Es decir, insistir en la pregunta por cosmopolíticas de la imagen, donde como lo supo intuir el cineasta chileno Raúl Ruiz, hay algo de chamánico en el cine y yo agregaría hay algo de diplomático en el cine, pues afirmarlo como portal entre mundos, es afirmarlo como un agente que cuida de la soberanía de los mundos mientras estos dialogan, se encuentran, se componen, pero también mientras pelean sin imponer uno ante el otro. Tensiones y fricciones perceptivas, pero también multiplicación y proliferación de las perspectivas y modos de percibir. Multiplicar ojos y orejas para mundos por venir; en ellos, en sus pliegues penumbrosos habita y es un local nómada el pueblo de la luz y los susurros.
Y finalmente, ¿Cómo ves que las imágenes pueden ocuparse como puentes entre las cosmologías indígenas y los procesos tecnológicos contemporáneos, promoviendo un diálogo intercultural?
Insisto, nunca servir, en todo caso, dar lugar a alianzas con las imágenes que hacen parte de un pueblo intersticial, el pueblo de la luz y los susurros. Un pueblo de-medio, en-medio, como-medio, in-medial. Y aquí para cerrar vuelvo a Viveiros de Castro y me distancio de cualquier idea de inter o multiculturalismo. Al preguntarnos por un giro ontológico de la imagen, el problema se plantea, en todo caso, en términos de multinaturalismo. Los puentes, los portales son y serán zonas de pasaje perspectivistica entre naturalezas. De allí que, para ser precisos, no solo estarían en juego mundos y pueblos por venir, sino que también naturalezas por venir. El giro, también estaría, desde una postura antropodecentrada, en como nosotros, quizás como gesto de reparación ante el utilitarismo que hemos ejercido sobre las imágenes, nos disponemos a servirles. ¿Cómo podemos servirles a ellas, a las imágenes, a las ima(r)genes? ¿Expresando menos nuestras voluntades y disponiéndonos más como canales y pasajes para escucharlas radicalmente? Y ese quizás sea el punto: cómo dentro o fuera de los márgenes del cine los procesos tecnológicos deberían contribuir a agudizar dicha escucha radical como gesto de justicia y/o cuidado cosmo-imaginante, donde podamos abrazar las naturalezas inconstantes de las ima(r)genes.
Entrevista a cargo de Renzo Filinich (University of the Witwatersrand)
[1] En este sentido, sugiero revisar el proyecto Hambre espacio cine experimental, que desde 2014 curo y coordino con Florencia Incarbone. Ver aquí: https://hambrecine.com/
[2] Para una mayor comprensión de la práctica y concepto de kinosofia, ver textos como: “Antropofagia y pedagogía del concepto: Experimentaciones devorativas de un manifiesto en dirección a una kinosofia por venir.” (2023); “Notas en dirección a una kinosofía. Vitalismo como pragmatismo especulativo y experimental.” (2023) y “Azul profundo, una aventura vitalista del pensamiento. Pasajes entre modos de experiencia cinematográficos y una posible kinosofia.” (2021).
[3] Algunas aproximaciones a una comprensión diversa y heterogénea del concepto de cosmopoliticas de la imagen, en resonancia con Isabelle Stengers puede ser encontrada en el texto: “Em Direção a uma Cosmopolítica da Imagem: Notas para uma Possível Ecologia de Práticas Cinematográficas” (2020).
[4] Para una aproximación más detallada al concepto de ima(r)gen, ver los textos: “Co-errancias políticas con la imagen: recados del pueblo de la luz y los susurros” (2023) y “Experimentaciones y f(r)icciones especulativas e ima(r)ginales entre “La casa lobo” (León Cociña, 2018) y Colonia Dignidad” (2023).
[5] Cortometraje experimental inspirado en pasajes del libro “La caída del cielo” de Bruce Albert y Davi Kopenawa y como un ejercicio de pensamiento oblicuo con la cosmología Yanomami. Puede ser visto aquí: https://vimeo.com/195130177
[6] Concepto de Haroldo de Campos.
[7] Para profundizar en los conceptos de cine por otros medios y modos de experiencia cinematográficos ver los siguientes textos: “Deep Blue: A Cinematic In Between Living’s Memories of Future” (2021) y “Azul profundo ou como os cefalópodes sonham o mundo e fazem dele um cinematógrafo cósmico.” (2020).
[8] Sobre este punto ver conversación que sostuve con el filósofo afropeo de origen centro-africano Dénètem Touam Bona: “Sub-versão: viver e resistir em modo menor” (2021).
[9] Para mayor información sobre el Lab a-PTSE ver: http://www.hermes.unal.edu.co/pages/Consultas/Semillero.xhtml?id=3581 , https://www.instagram.com/lab_a_ptse/
[10] Tierra como sistema-tierra que integra sus diversas esferas que hacen posible la vida en términos geo-biológicos en el planeta y tierra como aquellas condiciones singulares y situadas desde las cuales afirmamos localmente ecologías de modos de existencia. En ese sentido, cada pueblo y comunidad inventan su propia tierra.
[11] Volver al texto “Co-errancias políticas con la imagen: recados del pueblo de la luz y los susurros” (2023) o ver la genesis de esta idea en “El Pueblo de la luz y los susurros: Imágenes que inventan escuchas, que se inventan escucha.” (2016)
Imagen: Still frame de “Abismo” por Sebastian Wiedemann