Transhumanismo y astrobiología: notas acerca del futuro de la humanidad en el cosmos

noviembre 25, 2024

por Ricardo Andrade

 

Con la mirada en el cielo, entre el temor y la fascinación, los seres humanos han formado sus estructuras sociales, políticas y religiosas a lo largo de su historia. La época actual, ya denominada dentro de distintas disciplinas científicas y humanísticas como el Antropoceno, no escapa de esta dinámica. En un contexto donde la muerte masiva de nichos ecológicos, el empobrecimiento de poblaciones enteras y el presentimiento de la extinción de toda forma de vida en el planeta se ha vuelto parte fundamental del modus vivendi contemporáneo, el espacio se abre como una vía de escape ante los desastres ocasionados por las fuerzas del capitalismo. La exploración y la colonización espacial se presenta como una vía no solo de escape, sino también como una forma de redención ante una visión antropocéntrica de la existencia que ha desarticulado la relación del ser humano consigo mismo y con las entidades no humanas.

No obstante, esta redención nace y se proyecta como dominación. Esto se materializa en, por ejemplo, la opinión desde un punto de vista económico y libertario de Nelson y Block (2018) cuando señalan que, para poseer el espacio, se debe comenzar con el parcelamiento del mismo en donde solo el mercado es capaz de realizar dicha tarea. La mercantilización del espacio augura la replicación de los desastres planetarios que han llevado al ser humano a imaginar y potenciar su propia desaparición. La parcelación de la tierra ha sido génesis de la violencia política, el extractivismo sin perspectivas éticas y la ideología del planeta desechable. En este sentido, la opinión de estos autores forma parte de una nueva faceta de la explotación de la materialidad características del sistema capitalista. Esta faceta novedosa se caracteriza, entre otras cosas, por el deseo de transformar al Universo en meras materias primas bajo el dominio ad inifinitum de las acciones y la voluntad del anthropos, esto quiere decir, bajo la exacerbación de la degradación óntica de los entes ya instaurada en la propia racionalidad del capital.

Este capitalismo, al cual se le puede definir con el adjetivo de espacial, representa uno de los grandes problemas a tratar en el desarrollo de futuros asentamientos en el cosmos. Se realicen estos en lugares con hipotéticas biosferas desarrolladas (exoplanetas) o en satélites (por ejemplo, la Luna), las dinámicas que podría crear este capitalismo implicarían la destrucción de una mirada astrobiológica de la existencia. De acuerdo a Aretxaga-Burgos (2015) la astrobiología se sustenta en múltiples disciplinas como la filosofía, la astronomía, la ingeniería espacial, entre otras para estudiar de manera más amplia el fenómeno de la vida teniendo en consideración la relación del origen de este hecho en la Tierra con el entorno cósmico, la posible existencia de entes vivientes en otros planetas y el futuro de la vida en el Universo. Si se tiene en consideración esta definición, el capitalismo espacial va más allá de la mera dominación: busca la claudicación del futuro de lo viviente en la medida en que su premisa principal es la explotación y la gratificación ilusoria utilitarista de los designios humanos.

Ahora bien, ¿existe la posibilidad de salvaguardar la mirada astrobiológica de esta claudicación? En una primera instancia, se podría decir que sí, aunque esta afirmación no está exenta de contradicciones. El transhumanismo se abre como una posibilidad para enfrentarse a esta pregunta. De manera concisa, el transhumanismo debe ser entendido como un proyecto de transformación total de lo humano por medio de la tecnología que no se detiene solamente en aspectos físicos, sino también cognitivos, simbólicos y culturales. A lo que aspira el transhumanismo es a modificar la naturaleza misma de los sujetos por medio de la mediación tecnológica. Peter-Paul Verbeek señala con respecto a la mediación tecnológica que  “Technological artifacts mediate perception by means of technological intentionalities: their “directedness” in organizing perception. They mediate action by means of scripts, which prescribe how to act when using the artifact” (2011, p. 11). En el momento en que la tecnología organiza las percepciones (es decir los sentidos que proveen las bases de la experiencia del mundo) y las acciones con las que nos relacionamos con las entidades técnicas y con nosotros mismos, se asume que el ser humano incorpora en su estar en el mundo, en su constitución biológica y ontológica, las intencionalidades que emanan de una materialidad que es tanto alteridad como parte constitutiva de la existencia de los sujetos. Es el reconocimiento de estos dos puntos lo que permite hablar, por una parte, del transhumanismo como un movimiento filosófico que busca una evolución dirigida de la especie humana; por otra parte, que los sujetos que incorporan en sí mismos prótesis biónicas inteligentes, chips de mejoramiento cognitivos, o inteligencias artificiales en sus vestimentas pueden generar una nueva relación con lo no humano en la medida en que las máquinas y los artefactos son vistos no como meros instrumentos, sino más bien como entes que estimulan y son parte de una coevolución. Los entes tecnológicos son evolutivos, ya que se transforman y ramifican (muchas veces con ayuda de las intencionalidades humanas) a partir de sus propias praxis. El ejemplo más emblemático y actual de esto es la inteligencia artificial. A su vez, los entes técnicos ayudan al ser humano a ampliar sus sentidos, de manera que esto puede ser útil para estudiar otras formas de vida en el Universo. Por ejemplo, un chip de mejoramiento cognitivo podría ser una herramienta necesaria para comprender el lenguaje y ahondar en la interacción con seres inteligentes de otros planetas. De ahí que el transhumanismo se posicione como una opción importante dentro de los estudios ligados a la SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) característicos de centros de investigación como la NASA y su búsqueda de vida en el espacio.

Visto desde esta perspectiva, el transhumanismo es también un proyecto de mejoramiento que busca una nueva forma de pensar e integrar la tecnología en la vida cotidiana con la esperanza de abrir oportunidades comunicativas con formas de vida tanto artificiales como astrobiológicas. De la integración con la tecnología emerge una figura que se ha vuelto clásica en los imaginarios filosóficos y sociales ligados al transhumanismo: el cyborg. De forma llamativa, el nacimiento conceptual de esta entidad se origina en la astronáutica, especialmente en el trabajo de Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline titulado Cyborgs and Space desarrollado a comienzos de 1960. En este trabajo, los autores destacan que el cyborg se caracteriza por la incorporación de tecnologías en el cuerpo de los astronautas para una mayor autoregulación de sus organismos en entornos ambientales espaciales y en viajes interestelares. En este sentido, el cyborg debe ser entendido como un ser simbiótico, es decir, como una confluencia de entidades tecnológicas y biológicas que tienen como finalidad el asentarse en otros mundos y en convivir con las biosferas de esos lugares. Esta convivencia (o coevolución) con la naturaleza de exoplanetas o satélites permite presentar la siguiente premisa: el cyborg debe ser considerado como un ente astrobiológico y se está en presencia actualmente de su lento desarrollo gracias a las infraestructuras espaciales (bases) y a los exosuits, esto es, a los distintos trajes que evitan el deterioro corporal en el espacio. Además de estos avances, se debe tener en consideración las múltiples posibilidades que abre la edición genética para la reducción de los efectos de, por ejemplo, la radiación solar especialmente gracias a CRISPR/Cas9. A su vez, vale la pena sumar a esta premisa una hipótesis importante dentro del transhumanismo. Esta hipótesis es la de la transferencia mental. De manera muy resumida, la transferencia mental consistiría en la reproducción de la consciencia de un sujeto en un ente sintético (robot, computadora, entre otros) por medio de diferentes herramientas, como el escaneo de los patrones cerebrales por nanobots. Esto permitiría realizar viajes interestelares o colonizar planetas sin la preocupación de la muerte del cyborg. No obstante, en un artículo publicado en el año 2023 he analizado una serie de problemas ontológicos, éticos y biológicos derivados de este hecho. Uno de ellos lo he denominado provisoriamente como digipsicosis. Básicamente, la digipsicosis sería un hipotético estado mental del sujeto biológico (el cyborg en el presente caso) en donde este, al verse replicado en otras entidades, puede perder el “hilo narrativo” sobre su identidad y colapsar hasta el punto de no discernir cuál es su verdadero yo. Este problema podría encuadrarse en lo que Nick Bostrom ha llamado como riesgo existencial del transhumanismo.

Más allá de estos problemas, pensar al cyborg como un ente astrobiológico implicaría integrarlo en las hipotéticas dinámicas de la vida en el Universo, de manera que el mismo tendría plena consciencia de que forma parte de una ecología que debe (o debería) resguardar frente al capitalismo ya descrito arriba para no repetir la destrucción de la Tierra en otros lugares, ya que, como señala el astrobiólogo Steven J. Dick (2020), la evolución cósmica (en donde se debe incluir posibles inteligencias alienígenas y superinteligencias artificiales) es la narrativa maestra del Universo. Preservar esa narrativa de la violencia y las dinámicas de desaparición de la vida características del capital deben ser parte fundamental de una filosofía de la astrobiología anudada a un transhumanismo emancipado de los deseos de dominio propios del “prometeismo” tecnológico contemporáneo.

Esta evolución cósmica adquirirá para los cyborgs su dimensión más compleja y profunda cuando la posibilidad de los asentamientos permanentes sea posible, ya que vivirá y será parte del Exoceno. En otro lugar en donde el trasfondo ha sido un análisis sobre la inteligencia artificial general (2023), he acuñado este concepto para explicitar la transformación filosófica radical que implicará vivir en otras habitabilidades planetarias, ya que las representaciones “geocentradas” y antropocentradas de la existencia perderán su lugar preeminente en pos de formas de vida desconocidas. Comprender y sentir dichas vidas como parte del mismo mundo conceptual es una tarea intelectual que el cyborg debe enfrentar para hacer surgir una astropolítica contraria a la instauración de las “lógicas” del mercado que pretenden, desde ahora y como se observó más arriba, devorar el cosmos en beneficio del valor por el valor mismo. El cyborg encarna, quizás, la esperanza de una futura resistencia contra esta mentalidad. Una resistencia que, fundada en la memoria de una Tierra en agonía, abrirá las puertas a una emancipación interestelar.

 

Bibliografía

Andrade, R. (2023). Problemas filosóficos de la inteligencia artificial general: ontología, conflictos ético-políticos y astrobiología. Argumentos de razón técnica, 26, 275-302.

Andrade, R. (2023). El futuro será de nosotros, dijeron los soñadores ante el colapso: esbozos de transhumanismo gótico. Otrosiglo. Revista de filosofía, 7 (2), 213-236.

Dick, S. J. (2020). Space, Time and Aliens. Collected Works on Cosmos and Culture. Cham: Springer Nature Switzerland AG.

Aretxaga-Burgos, R. (2015). Hacia una filosofía de la astrobiología. Pensamiento ,71, 1083-1118.

Clynes, M. E.; Kline, N. S. (1960). Cyborgs and space. Astronautics, 26-76.

Nelson, P. L.;  Block, W. E (2018). Space Capitalism. How Humans Will Colonize Planets, Moons, and Asteroids. Cham: Palgrave Macmillan.

Verbeek, P. P. (2011). Moralizing Technology. Understanding and Designing the Morality of Things. Chicago: The University of Chicago Press.

 

Ricardo Andrade es doctorando en Ciencias Sociales y Humanidades, mención Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología por la Universidad Nacional de Río Negro (Argentina) y becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Instituto de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo (CITECDE). Magíster en Literaturas en Lenguas Extranjeras y en Literaturas Comparadas (UBA), Diplomado en Problemas Filosóficos Contemporáneos (UBA) y Licenciado en Letras (UCV) graduado con mención honorífica magna cum laude. Sus áreas de investigación son: filosofía de la tecnología, filosofía de la ecología, filosofía de la astrobiología y germanística. Ha publicado artículos de investigación y ha participado en múltiples congresos nacionales e internacionales sobre los ámbitos señalados.

Link institucional que contiene su información académica.

 

 

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